Se acerca la Navidad, las calles se llenan de luces y todo invita a la fiesta, al encuentro y a los regalos. Es un tiempo en el que recordamos la esperanza que nos impulsa, como entidades de Iglesia, a comprometernos con los más vulnerables. Sin embargo, a las puertas de este tiempo de luz, muchas familias en nuestro país aún sufren las consecuencias de la dana. Han perdido seres queridos y enfrentan daños materiales significativos. Sus calles se llenaron de barro y sus vidas de desesperanza. En estas fechas, estas familias siguen necesitando solidaridad para vivir sus duelos, cubrir necesidades básicas, reconstruir sus proyectos vitales y recuperar la normalidad.