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Los castellanos conocen muy bien el valor del trabajo hecho con las propias manos. Habitantes de una región de clima extremo pero también de productivo suelo, conformaron sus fuentes de riqueza a través de la agricultura y la ganadería. Lana y trigo, queso y vino, humildes productos en apariencia, pero que ostentan el sello del esfuerzo diario y del amor a la tierra.

¿Y qué mejor escenario que el de un humilde pueblo de Tierra de Campos para representar el tradicional belén?

Para empezar el recorrido nos encontramos con las bodegas, verdaderos laberintos excavados en el suelo. Como ocurre con la mayoría de las cosas importantes, su entrada no parece gran cosas; hay que profunduizar para conocer su valor. Prensas, barricas bien dispuestas, viejas ánforas que mantienen vivos los caldos protegidos en la quietud y en la oscuridad que el tiempo se encargará de enriquecer.

Ya en el pueblo se pueden apreciar sus construcciones forjadas con algunos de los materiales más antiguos usados por el hombre: la cal, el tapial, el adobe, a base de tierras crudas, agua y arcillas endurecidas con arena, paja, ramas e incluso estiércol para facilitar su cohesión.

Avanzamos y nos encontramos en la plaza, animado centro de encuentro y de vida social, con sus balconadas, donde u o puede asomarse a los interiores para compartir la intimidad de sus habitantes; unas cortinas movidas por el viento, una cama recién hecha o la toalla secándose junto a la palangana…
Uno no puede olvidarse de dar una vuelta por la tienda surtida de los productos indispensables y luego pasear por el callejón en el que aún resuenan los ecos de las ruedas de los carros o las voces de los niños.
Siguiendo el paseo nos encontramos con una típica casa castellana que nos abre sus puertas, con el sobrado o desván en la parte de arriba y su tradicional corral abajo, donde no puede faltar una piara de cerdos, el gallinero, la cuadra de las vacas o el leñero.

Y ya en el exterior llegamos a las tierras de labor, con el palomar, símbolo de Tierra de Campos, en su centro y más arriba, los apreciados viñedos. En lo más alto vemos el castillo, guardián de un pasado de leyenda que ha traspasado fronteras y ha dado su nombre a esta región.

Y para terminar, podemos reposar contemplando el Misterio, no por casualidad represntado en un palomar, aunando en una sola imagen dos culturas: la castellana y la de la Paz.

El Belén ha sido realizado totalmente de modo artesanal con materiales como: escayola, porexpan, arcilla, cola, pinturas, pigmentos, plásticos, telas y material reciclado por Amelia, Maga, María, M.ª José, Marta, Miguel y Raquel.

H. Rufino Arconada
La Salle Valladolid

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