Crónica 8ª semana CEL
La peregrinación continúa por tierras de la "dulce Francia", como dirían los antiguos cantares de gesta. La octava semana de CEL comienza en Reims pero no será por mucho tiempo: tras la oración y el desayuno, y de nuevo acompañados por la lluvia, montamos en el autobús con destino a Parmenia. El viaje será largo.
Parmenia sorprende al visitante, sobre todo si es la primera vez. Los bosques otoñales que la rodean, la armonía de los edificios con la colina, el silencio que invita a vivir de modo pausado, las connotaciones lasalianas... todo ello forja un cúmulo de sensaciones y sentimientos únicos. Desde el primer momento nos sentimos fraternalmente acogidos por la comunidad de Hermanos. Tras la cena, el merecido descanso antes de la jornada de retiro.
La jornada amaneció con lluvia y niebla que se mantuvieron durante casi todo el día. No nos importó. El día se vivió con intensidad igualmente. Oración, eucaristía, reunión para compartir cómo habíamos vivido el día... y finalizamos con una eucaristía de envío donde la reflexión fue la siguiente: “La Salle en este lugar puso fin a esos momentos de dudas, soledad, vacío…y siguió su misión volviendo a París. Nosotros después de once días de Peregrinación, también aquí en Parmenia ponemos fin a una aventura donde hemos ido recibiendo diferentes llamadas. En Parmenia nuestra maleta, nuestro equipaje pesa más, porque en ella hemos metido vivencias, emociones, experiencias, dudas, cansancio…. Pero hay algo que hace todo más especial si cabe, y es que estas huellas del fundador las hemos seguido juntos, en comunidad; en estos días hemos conseguido estar más unidos, sentirnos en familia, como Hermanos.
Gracias, Suso, H. Jesús, H. Joaquín Gasca, H. José Ángel, Joaquín, Sisco, Emilio, Gemma, Padre Rodolfo, Hna. Isabel, H. Pepe Tomás, H. Josetxo, Rafa, H. Joaquin, H. Juan Antonio, Virginia por haber conseguido, cada uno con vuestra forma de ser, que haya sido una peregrinación inolvidable.
El miércoles, Grenoble. Ciudad de edificios coloridos bordeados por un río de color "acerado", en opinión de nuestro guía. En todo caso, el día nos permitió conocer una de las iglesias más antiguas de Europa y el lugar donde estuvo una de las escuelas de los orígenes. No fue difícil entender lo del reúma del Fundador. Tras la comida nos acercamos a la Grande Chartreuse. El trayecto, precioso. San Bruno supo escoger el lugar. No es posible entrar en el monasterio, pero sí visitar un museo cercano para conocer algo de la historia y vida de los monjes cartujos. Dos de nosotros fueron todavía más afortunados. Coincidieron a la salida del museo con dos padres Cartujos Visitadores (aquellos que visitan todas las Cartujas del mundo, hablan con cada uno de ellos y presentan un informe final al Superior General). Uno era jerezano y el otro holandés con muy buen nivel de español, así que pudieron compartir casi dos kilómetros de paseo y conversación desde el museo hasta la puerta de entrada de la Grande Chartreuse. Muchas curiosidades mutuas quedaron saciadas. Aunque iniciaron cierto tanteo vocacional, mordieron en hueso duro: nosotros somos lasalianos hasta la médula.
El jueves de nuevo autobús con destino a Barcelona. La frontera fue saludada con un aplauso, como diciendo "Francia está muy bien, pero...". Bien acogidos en La Salle Bonanova tuvimos una cena de las que se disfrutan por la buena compañía y las ricas viandas.
El viernes, con dos compañeros menos que se quedaron en tierras catalanas, iniciamos la última etapa. Aprovechamos la parada en Zaragoza para visitar la Basílica del Pilar donde la Virgen lucía el manto de La Salle. La siguiente parada fue en el colegio La Salle Montemolín donde visitamos el colegio y compartimos la comida con el director del colegio y alguno de los Hermanos. Tres de nosotros se quedaron en tierras aragonesas. El resto partimos de vuelta a Madrid con ganas de volver a la comunidad y a nuestros hogares.
Gracias a todos los que habéis hecho posible que disfrutemos de esta peregrinación. Nombramos de modo especial al Hno. Joaquín Gasca por sus explicaciones atinadas y motivadoras. Al Hno. José Ángel por su preocupación constante y el cuidado de todos los detalles. Al Padre Rodolfo por su disponibilidad en todo momento y las Eucaristías que hemos compartido juntos y a Vicente, el conductor, que nos ha llevado con mano firme y carácter afable.
CEL 2016
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Creado: 11 Noviembre 2016
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Última actualización: 11 Noviembre 2016
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