La Sacra Conversación  es considerada obra maestra del pintor renacentista italiano Piero della Francesca. También es conocida como Pala de Brera (por conservarse en la Pinacoteca de Brera) o Virgen con el Niño y Santos, con Federico de Montefeltro. Mide 248 cm de alto y 150 cm de ancho y está realizada al óleo sobre tabla. Se conserva en la Pinacoteca de Brera en Milán (Italia).
Es una de las obras más populares del maestro y que más comentarios ha suscitado. La Virgen con el Niño dormido en una extraña postura se encuentra en el centro de la tabla, acompañada de tres santos a cada uno de los lados y cuatro ángeles tras ella. En la zona de la izquierda apreciamos a san Juan Bautista, san Bernardino y san Jerónimo mientras que en la derecha se hallan un evangelista -identificado con dudas como san Juan- san Pedro Mártir y san Francisco. Estamos, tal vez, ante una obra votiva, realizada por Piero para ofrenda del duque. Las figuras de los santos que se encuentran entre medias de sus compañeros se consideran añadidos posteriores con la ayuda de colaboradores.
La escena se desarrolla en un espacio dominado por arquitectura de marcado acento renacentista, especialmente la bóveda de cañón que se cierra con una cúpula en forma de concha de la que pende un huevo de avestruz. Los casetones decorados con elementos florales tienen un relieve considerable, creando el maestro la sensación de estar en un palacio más que en un espacio sagrado o celestial. La luz ilumina todas las figuras, reforzando su carácter escultórico y contribuyendo a la formación del espacio en la escena.
Las figuras de los ángeles dirigiendo su mirada al espectador parecen buscar respuesta a los enigmas del cuadro, especialmente en cuanto a las diferentes interpretaciones que se han producido. En esta obra de Piero adquieren una importancia fundamental las joyas, el coral que pende del cuello del Niño, el oro y los diversos adornos, buscándose un significado simbólico. En aquellos momentos la perla se relacionaba con el agua del bautismo y el agua que manó del costado de Cristo durante la crucifixión, mientras que el coral protegía a los niños de los malos presagios y de los peligros, además de indicar la santidad virginal. Por lo que se refiere al huevo y la concha se interpretan como una alusión a la maternidad de Battista Sforza, quien se retiró a la villa de Gubbio para concebir con mayor facilidad un hijo, interviniendo milagrosamente san Ubaldo por lo que el niño se llamó Guidobaldo. Battista fallece al poco tiempo al no recuperarse del parto; además, el huevo era el símbolo del duque, relacionándose pues con su sucesión.
En primer plano, vestido con una armadura plateada -en la que los reflejos permiten contemplar una ventana- muy similar a la que encontramos en su Triunfo, se sitúa Federico de Montefeltro, duque de Urbino y uno de los principales clientes de Piero. Se han encontrado indicios de una referencia a la batalla de Volterra, victoria conseguida por Federico en 1472 por lo que aparecería arrodillado y con la armadura, exaltando su poder. Parece que contó con colaboradores en la obra, entre los que se menciona al español Pedro de Berruguete como el autor del rostro y de la armadura del duque. En la profusión de detalles podemos encontrar una referencia al mundo flamenco que Piero conoció en su estancia en la Corte de Urbino.