En 1630, con 53 años y viudo, se casa en segundas nupcias con Helena Fourment, una muchacha de 16 años, que será la musa de sus composiciones mitológicas, probablemente los cuadros más conocidos de Rubens. Fruto de esta feliz etapa final son los cuadros que se conservan en el Museo del Prado, pintados entre 1638 y 1639, en los que aparece retratada su esposa.