El Ganímedes de Rembrandt nos produce un cierto desconcierto por la manera en que está tratado el tema mitológico (verdaderamente escandalosa para cualquier espíritu clasicista), puesto que Rembrandt parece hacer una amarga burla de la fábula divina. ["En otro tiempo, el rey de los dioses se abrasó de pasión por el frigio Ganimedes, y encontró algo que Júpiter deseó que fuera algo más de lo que era. No se dignó en transformarse en ningún pájaro, sino en aquel que puede llevar su rayo. Y sin tardar, batiendo los aires con sus alas figuradas, raptó al nieto de Ilo; y todavía, en la actualidad, es el que mezcla la bebida en las copas, y, a disgusto de Juno, sirve a Júpiter el néctar" (Ovidio, Las metamorfosis, libro décimo)]. Según la fábula, pues, el hijo del rey de Troya, Ganimedes, era tan bello que su hermosura llegó a oídos de Zeus y decidió raptarlo y darle en el Olimpo el oficio de copero de los dioses. De acuerdo con el mito, la escultura antigua y luego el arte del Renacimiento habían hecho de Ganimedes un mancebo deslumbrante, un arquetipo de belleza masculina.
"Rembrandt ha imaginado una escena realista, quitando a la leyenda toda su poesía. El águila que encubre a Zeus es un pajarraco de mal agüero que sale de las sombras para cometer su fechoría. Y Ganimedes es un niño francamente feo, en postura indecorosa al debatirse berreando contra la violencia del rapto. Esta concepción ilustra, mejor que cualquier otra, acerca de las ideas estéticas del maestro holandés. La belleza pictórica debe consistir en la pintura misma, sin que necesite apoyarse en la belleza formal e ideal del asunto. La mano del pintor basta para embellecer cualquier cosa que el mundo y la vida nos ofrezcan." (Monreal, Luis)
El cuadro de Rembrandt pertenece a la ideología en imágenes del barroco holandés, aunque la mitología no juega el mismo papel que tiene en Rubens y además es objeto de una crítica radical. El tema mitológico está desheroizado; "en lugar de un bello efebo que, en éxtasis, se abandona a su raptor, tenemos un niño que llora y se orina a causa del miedo que le infunde aquel enorme pajarraco que lo arrebata en el momento en que estaba comiendo tranquilamente unas cerezas." (Hadjinicolaou, N.). Rembrandt ha pintado la historia de Ganímedes transformándola en comedia. Vitale Bloch comprueba cómo "El Rapto de Ganímedes parece como una parodia grotesca de la idea de Miguel Ángel, según la conocemos a través del grabado de Beatrizet". Emil Kieser ve en el cuadro "una protesta no contra la antigüedad, sino contra el discreteo insípido y lascivo usado con ella, y Rembrandt no carece de ingenio al hacer su demostración sobre el amor de los efebos, tan idealizado en el mundo antiguo (Ganímedes es el único objeto de amor de Júpiter que puede entrar en el Olimpo) y que execra el mundo moderno (...) El hecho de que en círculos calvinistas del siglo XVII se tenía entera conciencia del contenido homoerótico de la fábula, se demuestra por el nombre de 'Ganímedes' atribuido a les homosexuales". Kenneth Clark es quien lanza, no obstante, la crítica más virulenta: "La más inquietante y la más inolvidable de las pinturas anticlásicas de Rembrandt es el Rapto de Ganímedes (1635), actualmente en la galería de Dresde. Es una protesta no sólo contra el arte antiguo, sino contra la moral antigua y contra la combinación de las dos en la Roma del siglo XVI. En primer lugar, qué fue lo que le condujo a elegir tal asunto?.
Manifiestamente, debe de haber visto una representación de él del siglo XVI. Creo casi seguro que fuera un grabado, más bien tosco, de Nicolás Beatrizet tomado de Miguel Ángel (...) Podemos adivinar que los sentimientos de Rembrandt estaban divididos entre su admiración por el dibujo de Ganímedes con su águila llenando el cielo y una repulsión cristianoprotestante contra las prácticas sexuales del paganismo que aparecen tan claramente en la versión de Miguel Ángel. (...) Yo creo que a Rembrandt le chocaba y estaba decidido a que su pintura chocase (...) Como concepción plástica, es magnífica; pero al mostrar las consecuencias físicas del miedo de Ganímedes, Rembrandt se ha desviado de su camino y ha vuelto repulsiva la escena.
Rembrandt, que conocía a la mayoría de los integrantes del círculo de Muiderkring, llevó a cabo una violenta crítica contra las concepciones reinantes en la corte y en los círculos humanistas contemporáneos, pero no por su actitud religiosa ante las prácticas sexuales de la antigüedad, ni por venganza contra aquellos humanistas a quienes quizás envidiaba porque eran superiores cultural o socialmente. La crítica de Rembrandt se sustenta en el principio del "desencanto del mundo" (Max Weber) que se encontraba en la base de la ideología de la burguesía holandesa calvinista. La imagen de Rembrandt critica un asunto típico para la ideología en imágenes barroca a la vez que ella misma pertenece a esa ideología en imágenes. "Esta crítica desde el interior es, sin embargo, violenta e implacable: apunta y alcanza a los más altos 'valores' de una clase, el centro nervioso de su ideología, descubriéndonos así la intensidad de la lucha ideológica de clases en Holanda en el momento de su producción". (Hadjinicolaou, N.)