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anton–marquiegui2Hablar de La Salle, y más ahora que se cumple el Tricentenario de la muerte del fundador, San Juan Bautista De La Salle, es hablar de una obra transversal que perdura en el tiempo y que ha sabido traspasar las fronteras para llegar allí donde los más necesitados requerían del aliento de la comunidad de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.

El Hermano Antón Marquiegui, coordinador del Sector Venezuela, integrado dentro del Distrito Norandino, nació en Bilbao en 1946, y desde 1968 ha ejercido su misión como educador en Venezuela, un país al que podemos conocer a través de su mirada y su experiencia.

En Venezuela existen diez obras educativas bajo responsabilidad directa del Instituto de los Hermanos de La Salle, más cinco Escuelas Técnicas y seis sedes de los dos Institutos Universitarios Tecnológicos, bajo el paraguas de la Fundación La Salle Ciencias Naturales. Son muchos los alumnos que pisan las aulas de esta institución y muchas las necesidades que se plantean en un país en la actualidad más preocupado por la supervivencia que por la educación, porque cuando las necesidades básicas no se cubren, es difícil prestar atención a números y letras. Aun así, La Salle, que nació con la vocación de servir a los más pobres, sigue firme en su empeño de atender a quienes se acercan en busca de formación y también anhelo.

Cuenta el Hermano Antón lo complicado que es tratar de continuar con el trabajo cuando para desarrollarlo hay que surfear sobre una ola impredecible llena de incertidumbre y de una lógica solo entendida por quienes gobiernan el país. Cuenta lo complicado que resulta convencer a una madre de que lleve a su hijo a clase cuando no tiene qué darle para desayunar y prefiere no despertarlo para intentar ahorrar una comida que no puede permitirse.

Cuenta cómo se debe compaginar las obligaciones de atender a unos alumnos y hacer las compras el día que te corresponde por el número del documento de identidad. Cuenta lo complicado que es alimentar el espíritu y llenar el alma cuando los estómagos están vacíos y los sueldos se miden en horas de trabajo para lograr lo más básico.

Cuenta cómo el ingenio se agudiza a pesar de no ir a la escuela para conseguir un sustento que te permita continuar, y lo complicado que es pedir sacrificios a los que ya lo han sacrificado casi todo. Cuenta cómo los Hermanos y los lasalianos se sienten más cercanos a la iglesia que busca salidas y siembra esperanza en la gente. También, con quienes evalúan qué se ha dejado de hacer para estar en donde están y qué procesos nuevos hay que ir creando.

Tras haber pasado unos días de descanso y visita a la familia en España, el Hermano Antón no duda ni un segundo en que tiene que volver a Venezuela. Comprometido con la obra y convencido de que siempre se puede hacer algo, se muestra heredero del legado del fundador, y sabe que no podemos rendirnos, aunque todo parezca perdido, porque los más pobres se merecen que sigamos con ellos trabajando por un mundo mejor.