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EstrellaAzahara12 Días, 288 horas, 17280 minutos. En tanto tiempo se puede escuchar música hasta que los tímpanos retumben, bailar hasta que “te duelan los pies”, visitar ciudades, estudiar, achicharrarse al sol, disfrutar, reir, aprender. Por suerte, la decisión que mis compañeros y yo tomamos con respecto a cómo invertir todo ese tiempo nos llevó a hacer todo eso, y muchísimo más.

A mediados del agobiante curso que es segundo de bachiller, se nos propuso la opción, como ya había ocurrido en años anteriores, de invertir dos semanas de nuestro verano en un campo de trabajo en uno de los barrios más vulnerables de Córdoba, Las Palmeras. La propuesta, así, de primeras, quizá no suene demasiado apetecible, pero aderezado con las opiniones y experiencias de los compañeros que ya estuvieron, el plan se tornaba en algo mucho más tentador.

Tras el largo viaje llegaba el lunes y comenzaba la Escuela de Verano y conocíamos a todos los que serían los protagonistas de nuestro paso por las Palmeras: 90 niñ@s y adolescentes que fueron los culpables de que nuestra experiencia fuese algo inolvidable. Niños y niñas con muchísima calle y que, aun siendo bastante más pequeños en edad, nos daban mil y una vueltas. De ahí, nuestro miedo a cómo trabajarían durante las mañanas de refuerzo educativo. Miedos que se disiparon casi por completo el primer día. Los chavales sabían por qué estábamos allí y comprendieron que el esfuerzo que realizasen durante esas mañanas se vería recompensado más tarde. Aquí empezaba nuestra aventura de dos semanas intensas trabajando con estos niñ@s del barrio de Las Palmeras.

Como reza el himno del Córdoba, “vivir para soñar que en esta vida iré contigo hasta el final”... Un final que ninguno de nosotros quería que llegase, que era inexorable, pero al que llegamos todos juntos. Se hace muy difícil escribir sobre una experiencia como la que hemos vivido. Surgen momentos en los que uno reflexiona sobre cómo, siendo un mal escritor, se pueden transmitir sentimientos tan complejos y profundos como los que hemos experimentado en Las Palmeras. Momentos en los que te das cuenta de que aquello que sentimos, no tiene palabra que lo traduzca a nuestro idioma pero que queda grabado en todos y cada uno de nuestros corazones en una lengua mucho más compleja y que solo viviéndolo se puede comprender. Dicho esto, solo me queda agradecer de parte de todo el grupo que fuimos desde Bilbao, a todas aquellas personas que han compartido con nosotros y que han hecho posible este campo, y sobre todo a los niños, niñas y adolescentes que han hecho que estos 12 días, de estas 288 horas y de estos 17280 minutos hayan quedado grabados en todos nosotros.

Alumnos La Salle Bilbao

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